Emoción




Las emociones resultan de la actividad del sistema nervioso, al igual que los movimientos voluntarios. Las emociones proporcionan el “color” al comportamiento, y son necesarias para la supervivencia del individuo, por ejemplo la rabia o la agresividad permite al sujeto enfrentarse con un enemigo, o si el sistema nervioso juzga que el enemigo es demasiado peligroso sustituye la rabia por miedo para que se pueda escapar de él. 

La emoción tiene dos componentes: uno es la sensación subjetiva que sentimos en nuestro interior. El otro componente es la manifestación externa de la emoción. A veces es posible separar los dos componentes, por ejemplo, un actor puede simular todas las manifestaciones de una emoción sin realmente sentirla. Eso indica que estos dos aspectos de la emoción pueden residir en regiones separadas del sistema nervioso. 

Primeramente, el sistema nervioso debe determinar cuál es la emoción adecuada en cada caso. Esto lo realiza, al menos en parte, una estructura llamada amígdala cerebral. La corteza cerebral envía una copia de la información sensorial que recibe a la amígdala, y esta decide si el estímulo es amenazador, y si se debe responder a él con agresividad o miedo. Los animales que tienen lesionada la amígdala cerebral se vuelven mansos porque pierden toda la agresividad, y tampoco son capaces de mostrar miedo ante estímulos que normalmente les asustarían. Parece que en la amígdala se originan las emociones del miedo y la furia, pero no las emociones agradables, como la alegría o la felicidad. En dónde se originan estas no se conoce. 


Componentes de las emociones 

Las emociones son estados complejos del organismo, respuestas globales en las que intervienen distintos componentes (Kolb, 2005): 
  • FISIOLÓGICOS: se trata de procesos involuntarios como el tono muscular, la respiración, secreciones hormonales, presión sanguínea, etc., que involucran cambios en la actividad del sistema nervioso central y autónomo, así como cambios neuroendocrinos y neuromoduladores.
  • COGNITIVOS: Procesamiento de información, como decíamos antes, tanto a nivel consciente como inconsciente que influye explícita e implícitamente en nuestra cognición y en nuestra vivencia subjetiva de los acontecimientos. 
  • CONDUCTUALES: Expresiones faciales, movimientos corporales, tono de voz, volumen, ritmo, etc., que determinan conductas distintivas de especial utilidad comunicativa. 



Aclarando términos:

Como hemos podido ver en las líneas anteriores, se trata de fenómenos complejos capaces de abarcar diferentes niveles de análisis. Empezando simplemente por la semántica podemos decir que el término emoción proviene del latín e-motio -movimiento hacia-, expresando la idea de que en toda emoción hay implícita una tendencia a actuar con algún propósito, una tendencia a moverse en alguna dirección. En el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española se definen como una alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática. En el uso cotidiano también podemos encontrar una serie de términos relacionados que resulta interesante puntualizar:
  • Estado de ánimo: en la propia definición de emoción que acabamos de ver aparece el término ánimo (principio de la actividad humana, intención, voluntad), entendiéndose por estado de ánimo disposiciones estables y perdurables en el tiempo, que no determinan tan intensamente nuestra forma de percibir y de actuar como las emociones, las cuales supondrían una activación más fugaz y arrebatadora.
  • Temperamento: este término hace referencia a una predisposición relativamente estable, ligada a factores biológicos, que determina los parámetros habituales de respuesta emocional de cada individuo. Es, por decirlo de alguna manera, la constitución particular de los sistemas orgánicos vinculados a las emociones con que cada uno venimos de serie.
  • Sentimiento: en el lenguaje común muchas veces se utiliza esta palabra como sinónimo de emoción. Sin embargo, como veremos más adelante, en realidad hace referencia a uno de los componentes que configuran las respuestas emocionales. Los sentimientos constituirían la parte de estas reacciones emocionales que se somete a reflexión consciente y a la que se les asigna una etiqueta convencional, un nombre. Son los pensamientos que tenemos sobre las emociones, la parte que procesamos conscientemente.



Función de las emociones

Actualmente se está de acuerdo en considerar que las emociones constituyen una serie de mecanismos corporales desarrollados durante la historia evolutiva de los organismos (filogenia), susceptibles de modificarse -al menos en parte- mediante el aprendizaje y la experiencia (ontogenia) y cuyo principal objetivo es aumentar la homeostasis, la supervivencia y el bienestar del organismo (Adolphs, 2002). Genéricamente, podemos establecer tres funciones principales:
  • Adaptativa: Facilitan el ajuste del organismo a nuevas condiciones ambientales. Cada emoción, tanto las consideradas positivas como las negativas, tendría una utilidad determinada.
  • Motivacional: Potenciando y dirigiendo conductas (en la dimensión atracción-repulsión).
  • Comunicativa: en dos niveles:
  • Intrapersonal: como fuente de información.
  • Interpersonal: en una dimensión social, comunicando sentimientos e intenciones (principalmente de manera no verbal), influyendo en la conducta de otros y potenciando las relaciones.
Las emociones nos mueven hacia aquello que se evalúa como agradable y nos apartan de lo que nos resulta aversivo, adquiriendo un papel fundamental en la toma de decisiones y la solución de conflictos. Así, las reacciones emocionales resultan de especial utilidad cuando nos enfrentamos a información variada e incompleta o a situaciones demasiado difíciles como para ser resueltas exclusivamente a través de razonamientos. De hecho, las emociones parecen tener la capacidad de modular la actividad del resto de funciones cognitivas pudiendo llegar incluso a tomar un papel dominante en la estructuración de los de procesos cognitivos. 





Una visión con perspectiva histórica

En los comienzos de este siglo XXI estamos asistiendo a un fantástico auge en el interés científico por la comprensión de los mecanismos neuropsicológicos que intervienen en la construcción de esas experiencias tan peculiares que llamamos emociones. 

Este interés, por supuesto, no es nada nuevo pues han sido muchos los pensadores y científicos que se han interesado por los fenómenos emocionales a lo largo de la historia desde muy diversas perspectivas. Ya desde la Antigüedad grandes filósofos como Platón o Aristóteles plantearon teorías genuinas sobre las emociones. Sin embargo, durante la Edad Media las pasiones fueron adquiriendo un carácter negativo (identificándose con la enfermedad del alma y el origen de todos los pecados), encontrándose, desde una visión dualista de la naturaleza humana, en constante lucha con el componente virtuoso de la mente, la razón. Con el paso del tiempo y llegados a la época renacentista, el término afecto fue sustituyendo al de pasión pero, con postulados como los de René Descartes, se consolidó la concepción de las emociones como perturbadoras de la cognición, por lo que siguió primando una visión peyorativa de las mismas. No obstante, a finales del siglo XVIII y con Rousseau a la cabeza, empieza a germinar una visión optimista sobre la naturaleza humana. A raíz de esta “nueva” concepción de la vida y, por tanto, de las emociones, la búsqueda de la felicidad, ya planteada por Aristóteles como la motivación básica del ser humano, pasó a ocupar un importante lugar en las corrientes de pensamiento (Avia, 1998). 




Durante el siglo XIX el estudio de la emoción se va separando de la filosofía y profundizando en aspectos más biopsicológicos, contribuyendo significativamente al surgimiento de la psicología como ciencia independiente. Charles Darwin, padre de la biología moderna y uno de los fundadores de esa nueva ciencia, publicó, en 1872, la obra sobre emociones más importante hasta aquella fecha (Darwin, 1872). Otro de los pioneros del estudio de las emociones desde una perspectiva psicológica o, más concretamente, psicofisiológica, fue William James, al resaltar el papel de las respuestas periféricas (autónomas y motoras) en la constitución de las experiencias emocionales (James, 1884), perspectiva que guarda una estrecha relación con la hipótesis del marcador somático propuesta actualmente por Damasio. 

Siguiendo los planteamientos de diversos autores (Franken, 1988; Evans, 1989; Petri, 1991; Strongman, 1991; Averill, 1992; Carlson y Hatfield, 1992), se podría establecer que, a partir de la clásica obra de Darwin (1872/1965), los distintos enfoques actuales en Emoción se grupan en planteamientos biológicos, conductuales y cognitivos. A ellos hay que añadir un enfoque que, también directamente influido por el trabajo de Darwin, llega hasta nuestros días con una relevancia notable. Nos referimos a la perspectiva expresiva en las emociones. La obra de Darwin: The Expression of the Emotions in Man and Animals (1872) marca el inicio de las posteriores investigaciones centradas en los aspectos evolucionistas. Aunque algunos autores (Carlson y Hatfield, 1992) prefieren hablar de las teorías evolucionistas en tanto que orientaciones expresivas, gran parte de las teorías biológicas se basa directamente en los postulados evolucionistas. A nuestro modo de ver, este hecho justifica la inclusión de los planteamientos evolucionistas en el marco de las teorías biológicas para el estudio de la Emoción. En esencia, Darwin, basando biológicamente sus premisas, establece que los movimientos corporales y las expresiones faciales cumplen un papel de comunicación entre los miembros de una especie, transmitiendo información acerca del estado emocional del organismo. Las emociones, así como la expresión de las mismas, son innatas, aunque se admite la posibilidad de que los factores de aprendizaje puedan ejercer algún tipo de influencia sobre la expresión. Precisamente, esta posible influencia de los factores de aprendizaje permite que las emociones evolucionen a través del tiempo para incrementar la probabilidad de que el sujeto y la especie se adapten a las características cambiantes del ambiente externo. Las primeras teorias fisiologicas: James y Cannon La consideración de las emociones según las primeras orientaciones tenía una gran fundamentación en el sentido común (Carlson y Hatfield, 1992). Concretamente, hasta 1884, fecha en la que James publica y defiende su teoría de la emoción, se pensaba que el proceso de las emociones se iniciaba con: 
  • la percepción de un estímulo, se continuaba con 
  • la experiencia de la emoción, y culminaba con 
  • la ejecución de una conducta. 
Las emociones tienen como misión fundamental preparar al organismo para las situaciones de emergencia, pero los cambios corporales y las emociones se producen al mismo tiempo, a diferencia de la teoría de James, en la que los cambios corporales anteceden a la emoción. 






Teorías centrales neurológicas 

Los primeros teóricos en el estudio de las emociones, como William James, habían negado la existencia de centros especiales para la emoción en el cerebro. Más tarde, Walter Cannon había planteado que el tálamo era la estructura importante para la experiencia de la emoción, mientras, por su parte, Bard ponía de relieve el papel del hipotálamo en la expresión emocional. A partir de todos estos trabajos, surgen diversos planteamientos, de los cuales, siguiendo a LeDoux (1986), los más interesantes corresponden a Papez (1937) y MacLean (1949, 1958). De acuerdo con estos dos autores, el sistema límbico y el hipotálamo proporcionan el sustrato biológico de la experiencia emocional y del comportamiento. 

En 1937, Papez establece una teoría válida para la emoción, según la cual las estructuras neurales del "cerebro antiguo" están unidas a la corteza. La formulación de estas conexiones recibe el nombre genérico de circuito de Papez. La formulación de Papez acentúa la idea de que en los vertebrados inferiores existen conexiones anatómicas y fisiológicas entre los hemisferios cerebrales y el tálamo dorsal e hipotálamo. Estas relaciones son más elaboradas en el cerebro de los mamíferos. 

La emoción, según Papez, está mediada por las conexiones cortico-hipotalámicas, e implica la expresión conductual y la experiencia subjetiva, aspectos éstos que pueden ser disociados, al menos en el ser humano. Según esta argumentación, se defiende que, tras llegar al tálamo, las aferencias sensoriales se dividen en tres rutas: a la corteza cerebral, a los ganglios basales y al hipotálamo. Teorías basadas en la activación fisiológica. En estos acercamientos se hace difícil establecer diferencias entre los términos "activación", "motivación" y "emoción". Los distintos autores que han intentado estudiar las emociones desde el planteamiento de la activación fisiológica se basan en dos grandes principios: los trabajos centrados en la relación entre activación y rendimiento, y los trabajos que tratan de descubrir las estructuras fisiológicas que participan en la activación. 




En cuanto a la relación entre activación y rendimiento, los trabajos previos de Yerkes y Dodson (1908) representan el desencadenante de múltiples investigaciones orientadas hacia la citada relación. Al respecto, se considera que el mejor rendimiento se consigue con niveles medios de activación. Así, cuando el nivel de activación es reducido o inferior al nivel medio, el rendimiento disminuye porque el sujeto no tiene suficiente "energía" para rendir adecuadamente; por el contrario, cuando el nivel de activación es excesivamente intenso o superior al nivel medio, el rendimiento también disminuye, porque, en este caso, el sujeto tiene dificultad para canalizar tanta energía como posee (Kerr, 1985). Desde este punto de vista, como señala Malmo (1959), históricamente, las teorías basadas en la consideración de la activación como proceso único y general defienden que los diversos sistemas corporales varían a lo largo de un continuo desde la mínima hasta la máxima intensidad. En cuanto a la constatación de las estructuras fisiológicas implicadas en la activación, los autores encuadrados en Psicología de la Emoción se basan en los trabajos procedentes de la investigación de Bremer (1935) y de Batini, Moruzzi, Palestini, Rossi y Zanchetti (1959), cuando trataban de descubrir el sustrato fisiológico del ciclo sueño-vigilia, y de Moruzzi y Magoun (1949), al estudiar la formación reticular y observar las características activadoras de la misma. Las conclusiones planteadas se refieren a los siguientes aspectos: 
  • entre la sección de cerebro aislado de Bremer y la sección mediopontina pretrigeminal de Batini existe una zona en la que se localizan las estructuras cuya actividad está implicada directamente en la producción de vigilia 
  • entre la sección de encéfalo aislado de Bremer y la sección mediopontina pretrigeminal de Batini existe una zona en la que se localizan las estructuras 
cuya actividad está implicada directamente en la producción de sueño; y 3) la estimulación eléctrica de la formación reticular podía despertar a un sujeto dormido. Lindsley puede ser considerado como uno de los autores pioneros en el estudio de la Activación en Psicología. Fue Lindsley (1951), con su Teoría de la Activación en las Emociones, quien primero intenta establecer una correspondencia entre el continuo en los fenómenos psicológicos y el continuo en el registro de la actividad electroencefalográfica. Concretamente, pensaba que los estados psicológicos caracterizados por la máxima vigilia, la máxima alerta o vigilancia, la máxima excitación, la máxima emoción, se correspondían con los ritmos electroencefalográficos caracterizados por la mayor frecuencia ociclos por segundo. De hecho, el ritmo "beta", el ritmo "alfa", que son los de mayor frecuencia, serían los característicos de la fase de vigilia, mientras que los ritmos "theta" y "delta", que son los de menor frecuencia, serían los característicos de la fase de sueño. A partir del influjo de la información somática, sensorial, y visceral sobre la formación reticular se podrían explicar todos los niveles conductuales, desde el sueño hasta la vigilia, desde la vigilia relajada hasta la activación en la solución de problemas, desde la moderación afectiva hasta la excitación emocional. 



Tal como lo argumenta Lindsley (1951), la teoría de la activación se basa en los siguientes presupuestos: 
  • en el estado de emoción, el electroencefalograma muestra la respuesta característica de alerta; es decir, bajo voltaje y alta frecuencia; 
  • se puede inducir la reacción de alertamiento con la estimulación del sistema reticular del mesencéfalo y del diencéfalo; 
  • la destrucción de estas áreas impide la reacción de alerta 
  • después de producir dicha destrucción, la imagen del comportamiento que resulta es incompatible con la excitación emocional o con el alertamiento, es decir, hay una preponderancia de la apatía y la somnolencia 
  • los mecanismos motores de la expresión emocional, o bien son idénticos, o bien se sobreponen a los de la activación del electroencefalograma. 
La argumentación de Hebb, Malmo y Duffy Los planteamientos de Lindsley (1951,1957) ponen de relieve que la activación fisiológica puede estar implicada en la Emoción. A partir de sus formulaciones, son muchos los autores que van a seguir esa línea de investigación. Entre los más destacados merecen especial relevancia Hebb (1949, 1955), Malmo (1958, 1959), y Duffy (1962, 1972). 

Hebb (1955) propone que la respuesta de activación emocional es idéntica al impulso (drive). El impulso es definido como un energetizador, pero no como una guía. La función energetizadora del impulso deriva de los efectos que la formación reticular tiene sobre la corteza, pero la función informativa y de guía se produce a través de las proyecciones específicas que, a través de los núcleos específicos talámicos, llegan hasta las zonas particulares de la corteza implicadas en cada caso. 




Teorías biologicistas actuales 


a) El planteamiento de LeDoux 

La formulación de LeDoux (1986) analiza los componentes cognitivo, fisiológico y expresivo/ conductual de la emoción. Basándose en los trabajos de Cannon y Bard, así como en los de Papez, formula una teoría de la emoción que intenta constatar el papel que juegan el sistema nervioso periférico y el sistema nervioso central en la evaluación, experiencia y expresión emocionales, aunque introduce matices de interés. En cuanto al sistema nervioso autónomo, algunas de las cuestiones más relevantes son las siguientes: 
  • la consideración general de que los sistemas simpático y parasimpático funcionan según patrones de mutua oposición debería ser reconsiderada, ya que se sabe en la actualidad que en el sistema simpático existen dos tipos de receptores (alfa-adrenérgicos y beta-adrenérgicos), de tal suerte que los receptores simpático-alfa-adrenérgicos funcionan sinérgicamente con el sistema parasimpático para contrarrestar los efectos activadores de los receptores simpático-betaadrenérgicos; 
  • la consideración general de que la activación simpática produce cambios simultáneos en varios órganos también debería ser matizada, pues la activación simpática tiene efectos distintos en distintos órganos, provocando lo que se denomina estereotipia de respuesta individual, considerada como el patrón específico de respuesta que caracteriza a cada sujeto. 
  • el descubrimiento (redescubrimiento en realidad, pues es la clásica argumentación de James en 1884) de que distintos estímulos emocionales pueden estar relacionados con distintos patrones de respuesta.

b) El planteamiento de Henry: 

La argumentación de Henry (1986) se centra en el papel que determinadas estructuras nerviosas, como la corteza cerebral, el sistema límbico, o el troncoencéfalo, juegan en la emoción. No obstante, su principal formulación se circunscribe en torno a la implicación del sistema neuroendocrimo. Según el planteamiento de Henry, en la emoción se produce una característica secuencia de eventos, estructurada del siguiente modo: 1) los estímulos psicológicos y ambientales inciden sobre un organismo; 2) estos estímulos son introducidos en el programa biopsicológico del sujeto, referido, por una parte, al componente genético (estructuras biológicas anatómicas y fisiológicas), que determina el modo en el que el sujeto puede responder a esos estímulos, y, por otra parte, al componente adquirido (aprendizaje, experiencias previas), que determina el modo en el que el sujeto responde a esos estímulos; 3) la respuesta del programa del sujeto es procesada por el córtex y el sistema límbico; d) las consecuencias de este procesamiento son transmitidas desde el sistema nervioso central hasta la periferia a través del sistema neuroendocrino. 


c) El planteamiento de Panksepp 

Según Panksepp (1991), el hecho de que la Emoción haya sido olvidada en el estudio psicológico se debe, en gran medida, a las connotaciones mentalistas que la han rodeado. Precisamente, una forma de conseguir el afianzamiento investigador en este proceso pasa por el conocimiento y análisis de las estructuras y sistemas neuroanatómicos que sirven de base. Para ello, el apoyo de la neurociencia es de suma relevancia. A medida que ascendemos desde lo más estrictamente empírico, se va entrando en el mayor nivel de inferencia teórica. La "neurociencia emocional" se encuentra en un nivel intermedio de empiricismo e inferencia, con lo que, según Panksepp, se podría conseguir un mayor conocimiento de las estructuras neurales, y el afianzamiento definitivo de la investigación emocional.


Bibliografía:

Mario Luis Salguero Galland, Arturo Panduro Cerda Emociones y genes. Investigación en Salud, vol. lll, núm. 99, marzo, 2001, pp. 35-40

Francesc Palmero Aproximación biológica al estudio de la emoción Anales de Psicología, vol. 12, núm. 1, 1996, pp. 61-86

Mariano Chóliz (2005): Psicología de la emoción: el proceso emocional www.uv.es/=choliz PSICOLOGÍA DE LA EMOCIÓN: EL PROCESO EMOCIONAL Mariano Chóliz Montañés , Dpto de Psicología Básica Universidad de Valencia





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